Los estadounidenses tienen la esperanza de un futuro más prometedor por delante tras las victorias de los Demócratas en las elecciones presidenciales y congresionales, incluyendo los dos escaños al Senado en Georgia. Pero el futuro no es tan alentador para los puertorriqueños, pues la relación política del archipiélago con Estados Unidos sigue siendo una relación colonial muy poco favorable para su recuperación económica, para un desarrollo económico y político autónomo, y para su identidad cultural y nacional.

 

 

Pero mientras algunas noticias sobre los resultados de las elecciones locales el pasado 3 de noviembre (y el plebiscito de estatus manipulado y mal concebido) han llegado a algunos medios noticiosos de Estados Unidos, el estatus colonial de Puerto Rico y las crisis que ese estatus genera siguen desconocidos e incomprendidos en la opinión pública estadounidense. Dos datos clave sobre las elecciones: primero, un gobernador estadista ganó, pero lo hizo con apenas un tercio de los votos; el 67% del electorado lo rechazó. Si hubiese existido una segunda vuelta, ciertamente no sería ahora el gobernador. Segundo, apenas un 52% de los votantes dijeron “sí” en el plebiscito “estadidad: sí o no”. Quienes apoyan esa opción no mencionan que la propaganda estadista estuvo caracterizada por promesas falsas, desinformación y mentiras crasas. El plebiscito también se dio en un momento en que la mayoría de los puertorriqueños en la Isla todavía sufren las consecuencias de la corrupción y la quiebra fiscal del gobierno local, la destrucción causara por los huracanes de septiembre de 2017, los terremotos de enero de 2020, y la pandemia de COVID-19. Estas condiciones contribuyeron a que muchos votantes creyeran—muy equivocadamente—que la estadidad traería alivio inmediato a toda esta miseria y a la crisis fiscal. Esas promesas falsas están todavía más infundadas pues el plebiscito ni siquiera fue avalado por el Congreso de Estados Unidos, que por eso no tiene obligación alguna de tomar acción ante la mínima y equivocada victoria de la estadidad.
 
Cuando el nuevo Congreso de EE.UU. entre en sesión este año, el tema del futuro estatus político de Puerto Rico podría generar algo de atención en algunos comités congresionales y/u otros círculos gubernamentales. Para que esas discusiones sean productivas y tomen la ruta correcta, tanto los funcionarios electos y designados como otros participantes en las deliberaciones deben tener en mente que un asunto fundamental en el debate sobre el estatus de la Isla es la autodeterminación y los valores nacionales de Puerto Rico. Por lo tanto, los políticos deben considerar el contexto histórico de la intervención estadounidense y el colonialismo.
 
Estados Unidos surgió como resultado de oposición popular al dominio colonial británico. Desafortunadamente, EE.UU. no tardó en emular las prácticas imperialistas de su antiguo amo al subyugar a varias naciones, incluyendo a Puerto Rico en 1898. Las potencias coloniales como Bélgica, Inglaterra, Francia y Portugal han reconocido que su control centralizado sobre territorios extranjeros fue dañino para los habitantes de esas tierras y, aunque muy tarde y con resultados discretos, actuaron para promover la independencia, mejorar el desarrollo económico y preservar los valores culturales inalienables de sus antiguas colonias.
 
Es imperativo que Estados Unidos haga lo mismo, empezando por dejar atrás el control constante y manipulador de la opinión pública y gubernamental en Puerto Rico que beneficia principalmente a los intereses políticos y económicos de EE.UU. Ese control y esa manipulación—con la complicidad de integrantes corruptos del Partido Nuevo Progresista que favorece la estadidad, y el Partido Popular Democrático que favorece el estatus quo, los dos partidos que han dominado la política en Puerto Rico desde 1948—han contribuido a la quiebra económica y al deterioro de las instituciones puertorriqueñas y de nuestros valores culturales innegables. Como documento en mi libro, The News Media in Puerto Rico: Journalism in Colonial Settings and in Times of Crises, ese control y manipulación también ha ocurrido con la colaboración y el consentimiento de los medios corporativos en Puerto Rico que a su vez se benefician del estatus colonial.
 
Quienes creemos firmemente en la soberanía nacional de Puerto Rico y en un desarrollo político y económico autónomo instamos tanto al pueblo como a los líderes políticos y comunitarios a entender mejor la realidad y las consecuencias del estatus colonial del archipiélago. También instamos a los estadounidenses a que no se dejen persuadir por esfuerzos engañosos que le hacen relaciones públicas a la idea de que los puertorriqueños deseamos convertirnos en estado.
 
Hacemos este llamado especialmente a los progresistas que creen, equivocadamente, que deben apoyar la estadidad para Puerto Rico porque así aumentaría el poder de los Demócratas en el Congreso. Podría ser, pero promover la estadidad por esas razones es hacer caso omiso a los orígenes imperialistas de la condición colonial de Puerto Rico que por más de 122 años ha socavado un desarrollo centrado en la puertorriqueñidad. Ciertamente la estadidad no es justificación alguna para exacerbar el deterioro de la identidad nacional puertorriqueña, lo cual resulta en mayor asimilación y en la pérdida de sus restantes derechos inalienables y características culturales únicas, incluyendo el idioma, tradiciones y nuestra valorada participación en eventos deportivos internacionales, entre otras. La estadidad tampoco resolvería la crisis fiscal o proveería alivio significativo a individuos que tendrían que pagar más impuestos, incluyendo impuestos federales.
 
Las desventajas macroeconómicas para Puerto Rico también serían insuperables. Por un lado, habría menos oportunidades de empleo cuando se vayan rápidamente las empresas de manufactura y otras compañías que utilizan al territorio como “paraíso fiscal”. Por otro lado, continuaría y empeoraría la pérdida de negocios y comercios basados en el archipiélago, que tendrían que competir bajo condiciones aún menos favorables con compañías estadounidenses y cadenas que no solo socavan el desarrollo económico puertorriqueño, sino que enriquecen principalmente a empresas que dejan muy poco para la infraestructura local, la educación, y la sociedad puertorriqueña en general.
 
En fin, la estadidad sería la culminación de una gran imposición imperialista y colonial, con un costo muy alto que retrasaría la nacionalidad, la cultura y el desarrollo económico y político colectivo puertorriqueño. Quienes valoren verdaderamente la descolonización, la autodeterminación, la democracia popular y el desarrollo económico deben, ahora más que nunca, unirse para luchar contra el oportunismo político que en el mejor de los casos beneficiaría a un partido político en Estados Unidos y a unos cuantos políticos en el archipiélago, pero seguramente no a la mayoría del pueblo de Puerto Rico.
 
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Federico Subervi, Ph.D. es originario de Puerto Rico, pero ha vivido por mucho tiempo en Austin, TX. Actualmente es Co-Editor-en-Jefe de La Enciclopedia de Oxford de la raza, etnicidad y comunicación ("The Oxford Encyclopedia of Race, Ethnicity and Communication"); Asociado honorario/Miembro del Programa de estudios latinoamericanos, caribeños e ibéricos de la Universidad de Wisconsin-Madison; y Co-autor de Los medios noticiosos en Puerto Rico: Periodismo en un entorno colonial y en tiempos de crisis ("The News Media in Puerto Rico: Journalism in Colonial Settings and in Times of Crises") (Routledge, 2020)
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(La foto es obra de Dennis M. Rivera Pichardo / AP y se publicó originalmente aquí: https://www.newyorker.com/news/dispatch/puerto-ricos-loud-and-fervent-days-of-protest-ricardo-rossello).